EL SUEÑO INJUSTO DE LOS JUSTOS

Todo está cambiando a tal velocidad que a uno no le da tiempo para digerirlo, y claro le sienta mal con todas las consecuencias: vomitera y caguetas. La hija de la mítica Olga Ramos, que todavía está en activo en eso de cantar y jubilada como azafata de Iberia, donde yo la conocí, procura estar al día de lo que sucede con la que fue “su casa” y los problemas que preocupan a sus compañeros. No se si Olga, guarda sus uniformas de azafata, supongo que si, y me parece que se lo pone todas las mañanas para identificarse más con Iberia, su compañía y la de bandera de los españoles, que como consecuencia de una mala gestión, ha caído en manos de los británicos que se la quieren “fundir”. Los españoles desde antiguo tenemos malos tratos con la gente de la Rubia Albión. Fracasamos con la invencible y desde entonces periódicamente nos dan el “merengazo”, como pueden, es verdad, pero al final terminamos con la cara blanca del “tartazo”. Les supongo enterados de los vaivenes que está dando Iberia, y la defensa numantina que están oponiendo los únicos que pueden enfrentarse a las directrices que salen de Londres, todas para restar un poco mas de protagonismo a nuestros aviones en beneficio de los británicos; pues bien, hoy mismo en la T4, según me ha hecho saber la Ramos, mas de 400 pilotos de la compañía española de uniforme, se han echado una simbólica siesta en el suelo de la terminal, para protestar y hacer saber a los usuarios que la dirección, saltándose todas las normas existentes para la seguridad del tráfico de pasajeros, quiere imponer la jornada continuada superior a las 22 horas. Primero se han paseado de uniforme, con pancartas y letreros, para luego hacer el simulacro del sueño. Había, según me han corroborado, muchos periodistas gráficos y cámaras de la tele. Pero se han tenido que contagiar, por que en los periódicos que he visto, no he encontrado ni una sola foto, y tan solo un pequeño flas, ha aparecido en un telediario. Esa censura, porque para mí es “censura”, no existía ni en la época del caballero del jaco. Son las novedades que nos brinda, la modernidad, para dejarnos con la boca abierta a los viejos profesionales del oficio de contar cosas. Solo hay que apostillar con: “ y los compañeros no estaban allí”, es una forma irreal pero elegante de salvar la cara.