BUENO, BONITO Y BARATO

El eslogan de los negritos de los semáforos, el top manta, las playas y las terrazas de los cafés, se ha popularizado tanto que la usan indiscriminadamente, desde el político más famoso al comerciante más legal. Por lo tanto no debe extrañar que entre los particulares también se utilice. El que tiene algo que vender coloca el anuncio con un teléfono y cuando suena repite lo de “barato, barato”, aunque en verdad sea: “caro, muy caro”. Por ello se extiende entre la “afición” la frase: “ese no quiere vender. Porque una cosa es pedir y otra distinta, el valor real de mercado de lo que se quiere vender. Consultando lo que nos cuentan valen los inmuebles y la repetición de que los precios siguen cayendo, choca con la realidad de algunas ciudades españolas, en las que los precios se disparan, como si no estuviésemos en crisis. Un ejemplo de lo que digo está en Cullera, la conocida como playa de Madrid, por la proximidad y por que desde antiguo los de las clases medias del Foro, la eligieron por sus cualidades únicas, algo que ya habían descubierto los primeros franceses que se establecieron en nuestro país, como lugar preferido para sus vacaciones, hoy es historia, alguno de tercera y cuarta generación queda, por aquello de sacar partido a lo heredado. En mis paseos matutinos me suelo parar a charlar con los porteros de los edificios y ellos resultan los más críticos con respecto a los propietarios pensando que están en la época gloriosa del ladrillo. Por supuesto que cada cual es muy libre de pedir lo que quiera por su propiedad, pero eso es no querer vender. Hay quien lo hace para sondear mercado y otros con la esperanza de que aparezca “el caballo blanco”. Cuando el que tiene dinero, lo que quiere es aprovecharse del “chollo”, y si no se lo tropieza, guarda sus “pavos”, a buen recaudo para que no se constipen. Es verdad que el capital vuelve a invertir en el ladrillo, ¿pero a que precio?. Estos si aplican lo del: “barato,barato”.