Nada menos que Doña Elena asegura que el mercado absorberá 700.000 viviendas en los próximos tres años.
Ese es un milagro mayor, no hay que encomendarse a Juan Pablo II, ni a la beta Teresa de Calcuta.
Dada la importancia de la suplica, que es más que ruego, hay que encomendarse a un Santo de los tradicionales y con prestigio, no se puede uno quedar con la nueva hornada del santoral.
Sencillamente épico y maravilloso, el deseo, porque a éstas alturas no se puede hablar de otra cosa, de nuestra Ministra de Economía.
Lo malo es que de los sueños uno se despierta y después se tropieza con la cruda realidad, que siempre, salvo excepciones de parasicología milagrera, en grado 5, que tengo entendido que es el máximo, se encuentran a años luz de lo que uno había acariciado dormido.
El despertar, es tropezarse, con el “cabrón” de turno, de cada día (y ustedes disculpen el realismo). Volver a la realidad es saber que hay que pagar la letra del coche, la hipoteca y ahora, para mayor trauma, llenar la cesta de la compra; no hablo de vestirse y perfumarse, menos de irse de vacaciones en verano, o de descanso en la próxima Semana Santa, que con permiso del Barreda y aunque le fastidie a su Consejero de Educación, todavía existe aunque cada vez hayan menos con “el bolsillo” para poderla celebrar.
Lo dice en antiguo refrán: “De amo cambiaras, pero de cabrón, no te libraras”.
He escrito en anteriores ocasiones que la Señora Vicepresidenta, se ha inventado un país, para ella sola, y de acuerdo con su invención, maneja los parámetros con los que gobernar la economía de lo que fue España. Por descontado que las cuentas no le cuadran, ni de “coña”.
Doña Elena, economía no se si sabe, pero moral, tiene más que el Alcoyano.
En un país no en Concurso de acreedores, que está muy de moda; si no en ruina total. Se levanta por la mañana y larga “tela marinera”. No es que les da “bola”, con su afirmación a los inversores, tampoco que los anime, es que da por hecho que el milagro de los panes y los peces es una broma comparado a lo que ella sabe hacer .
Un pase mágico por aquí, una pasada a la chistera y no saco un conejo, que es lo que está mandado, ¡que va!. Sale el negocio del ladrillo remitido a su mejor época de cuando las empresas inmobiliarias, eran el no va más.
Para la Salgado, que por lo visto ya ha terminado su tarea de bombero, ante los inversores, gracias a noruegos y alemanes, que por el alto valor de los intereses o por la intercesión de San Martín de Porres, están interesados en la deuda de España. La Ministra está ahora, en ese otro menester que es convencer al cielo, porque a los españoles seguro que no, porque todos están más tiesos que la mojama, que el ladrillo, vuelve a ha ser rentable.
Personalmente estoy por la labor, no porque tenga algo que vender a corto plazo, pero a medio o a largo, quien sabe y siempre es bueno tropezarse con un mercado en alza, a uno metido en el sótano.
Ya pueden venir “guiris”, porque “chuparse” de un trago, tres años, 700.000 viviendas son mucha “tela”. Marinera, de la Alpujarra, de Tarrasa y de su P.M: (de la tela).
Vamos, que no hay en éste país,. Quien se lo tome en serio, y mucho menos que se lo crea.
Para comprar hace falta liquidez y si resulta que los españoles, no es que no tenemos un duro, es que estamos endeudados, hasta más arriba del cogote;: no se de donde van ha sacar el dinero para la casita, el estudio, el apartamento y el loft, que es lo mas pija; para los “pudientes” el adosadito; los millonetis van por el pareado o el unifamiliar independiente, que cuentan que todavía los hay en el mercado. ¡Grandioso!, éste es milagro de Santo con “poderío”.
La ilusión de la Señora Ministra, debe de haber abierto una corriente de aire fresco esperanzador, a los bancos que son los que disponen del más grande y mejor “parque” de viviendas jamás contado. Desprenderse de alguna de ellas será como si les hubiera tocado la lotería.
Los de siempre, los que tienen el dinero, los pisos –los ricos- se habrán sumado a los corros de suplicadores a los Santos, para que aunque sea por una vez “las intenciones” (por desgracia, no realidades) de Doña Elena, se cumplan. Hace falta un milagro de los de primera división.
Ese es un milagro mayor, no hay que encomendarse a Juan Pablo II, ni a la beta Teresa de Calcuta.
Dada la importancia de la suplica, que es más que ruego, hay que encomendarse a un Santo de los tradicionales y con prestigio, no se puede uno quedar con la nueva hornada del santoral.
Sencillamente épico y maravilloso, el deseo, porque a éstas alturas no se puede hablar de otra cosa, de nuestra Ministra de Economía.
Lo malo es que de los sueños uno se despierta y después se tropieza con la cruda realidad, que siempre, salvo excepciones de parasicología milagrera, en grado 5, que tengo entendido que es el máximo, se encuentran a años luz de lo que uno había acariciado dormido.
El despertar, es tropezarse, con el “cabrón” de turno, de cada día (y ustedes disculpen el realismo). Volver a la realidad es saber que hay que pagar la letra del coche, la hipoteca y ahora, para mayor trauma, llenar la cesta de la compra; no hablo de vestirse y perfumarse, menos de irse de vacaciones en verano, o de descanso en la próxima Semana Santa, que con permiso del Barreda y aunque le fastidie a su Consejero de Educación, todavía existe aunque cada vez hayan menos con “el bolsillo” para poderla celebrar.
Lo dice en antiguo refrán: “De amo cambiaras, pero de cabrón, no te libraras”.
He escrito en anteriores ocasiones que la Señora Vicepresidenta, se ha inventado un país, para ella sola, y de acuerdo con su invención, maneja los parámetros con los que gobernar la economía de lo que fue España. Por descontado que las cuentas no le cuadran, ni de “coña”.
Doña Elena, economía no se si sabe, pero moral, tiene más que el Alcoyano.
En un país no en Concurso de acreedores, que está muy de moda; si no en ruina total. Se levanta por la mañana y larga “tela marinera”. No es que les da “bola”, con su afirmación a los inversores, tampoco que los anime, es que da por hecho que el milagro de los panes y los peces es una broma comparado a lo que ella sabe hacer .
Un pase mágico por aquí, una pasada a la chistera y no saco un conejo, que es lo que está mandado, ¡que va!. Sale el negocio del ladrillo remitido a su mejor época de cuando las empresas inmobiliarias, eran el no va más.
Para la Salgado, que por lo visto ya ha terminado su tarea de bombero, ante los inversores, gracias a noruegos y alemanes, que por el alto valor de los intereses o por la intercesión de San Martín de Porres, están interesados en la deuda de España. La Ministra está ahora, en ese otro menester que es convencer al cielo, porque a los españoles seguro que no, porque todos están más tiesos que la mojama, que el ladrillo, vuelve a ha ser rentable.
Personalmente estoy por la labor, no porque tenga algo que vender a corto plazo, pero a medio o a largo, quien sabe y siempre es bueno tropezarse con un mercado en alza, a uno metido en el sótano.
Ya pueden venir “guiris”, porque “chuparse” de un trago, tres años, 700.000 viviendas son mucha “tela”. Marinera, de la Alpujarra, de Tarrasa y de su P.M: (de la tela).
Vamos, que no hay en éste país,. Quien se lo tome en serio, y mucho menos que se lo crea.
Para comprar hace falta liquidez y si resulta que los españoles, no es que no tenemos un duro, es que estamos endeudados, hasta más arriba del cogote;: no se de donde van ha sacar el dinero para la casita, el estudio, el apartamento y el loft, que es lo mas pija; para los “pudientes” el adosadito; los millonetis van por el pareado o el unifamiliar independiente, que cuentan que todavía los hay en el mercado. ¡Grandioso!, éste es milagro de Santo con “poderío”.
La ilusión de la Señora Ministra, debe de haber abierto una corriente de aire fresco esperanzador, a los bancos que son los que disponen del más grande y mejor “parque” de viviendas jamás contado. Desprenderse de alguna de ellas será como si les hubiera tocado la lotería.
Los de siempre, los que tienen el dinero, los pisos –los ricos- se habrán sumado a los corros de suplicadores a los Santos, para que aunque sea por una vez “las intenciones” (por desgracia, no realidades) de Doña Elena, se cumplan. Hace falta un milagro de los de primera división.
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