Ésta página, nació para dar respuesta a una serie de buenos amigos que aseguran que se lo pasan bien con las cosas que escribo. Del “cuadrito” no hablo, aunque no desentonaría, entre lo que sale hoy; con toda modestia ¡garantizado!. Los nuevos, no me han enseñado nada.

Dije en su momento que no sabía si su interés estaba basado en el deseo, o en la caridad. A todos gusta que nos alaben, y a las seguidores de los productores de aucas, continuadores de los trovadores medievales y remontándonos antes a los mala milk de los bufones, muchísimo más. Si quiere que un comunicador le guarde eterna simpatía, cuando se lo cruce, dígale: “muy bueno lo tuyo”, se pondrá mas “lindo” que un pavo real en plena exhibición. Usted posiblemente no sepa el porqué; él, a lo peor tampoco, pero en su fuero interno ha sentido un “gustirrinin” muy especial. Ese día se sentirá el dueño del corral (la redacción).
La segunda causa, es la caridad. Quizás pensaron:”vamos a darle un poco de jabón a éste que ya está mayor”. Tratándose de compañeros de estudios, de oficio y artistas, es más que probable. Tan lejos como que ésta misma mañana, me lo recordaba, con rin, tin,tin, Teresa, de mi Editorial.

Mi sorpresa ha sido descubrir que son más de los que pensaba. “El contador, no engaña”. Y que antiguos amigos de otros países, se han acordado del compañero Toni, e inclusive, muchos nuevos profesionales han sentido curiosidad, por ver como lo hacían (dicho con toda humildad), las vacas sagradas del periodismo del siglo pasado.
La verdad es que con mis articulitos de vez en cuando iba matando la afición. Ahora me debo preocupar con que el Blog, tenga vida. Así que entre la página y escribir libros, ¡estoy ocupadísimo!.
Para que la página sea mas viva y resulte mucho más apetecible para el lector, les incluiré trabajos de otros compañeros que hablan y trabajan en nuestro idioma desde diferentes partes del mundo. Me gustaría que el blog fuera un pequeño referente para dejar claro que somos más de 400 millones de castellano parlantes.

A unos, a otros y a los de más allá, muchas gracias. Confío en no defraudaros.

viernes, 15 de enero de 2010

LAS HUMILDES SOPAS DE AJO


España, ha soportado una ola de frío que como dice Federico Trillo: “Manda huevos”. Hago hincapié en ello, por mis lectores americanos a quines quiero evitar un “trompo” en sus meninges. Es claro, yo les hablo de un frió del carajo y ellos con el bañador en la playa y el heladito, que no falte.

Cuando el frío, se pone impertinente no se pueden imaginar como se agradece un plato tan típico de la cocina de pastor, como son las sopas de ajo.
Estamos hablando de cocina elemental, de la que no hay que complicarse la existencia con la receta. De las que llenan el plato y no es como el servido en el restaurante maximalista, en el que es todo recipiente y en un rinconcito, llora el contenido.

Al respecto me viene a la memoria un hecho real sucedido hace muchos años. Mi abuelo paterno, era por entonces el Ferran Adría, de la restauración de éste país. Uno de sus clientes, una personalidad en el mundo de los negocios de la época, se disculpaba con su amigo, porque no le había sido fiel, y la boda de su hija, se la había dado a un mesón de la Cuesta de las Perdices de Madrid, que tenía fama por la abundancia de sus platos. El hombre se excusaba así: “Compréndelo Antonio, en tu casa todo muy elegante y con catorce fariseos alrededor que no te dejan comer. En el Mesón, te echan de comer unos platos que no hay quien se los termine”.
Bien, un invierno, siendo yo niño, el abuelo Antonio, junto con Pepe Asunción, uno de los mejores maitres de hotel que ha dado la hostelería de ésta país, se fueron de caza a Altura, en la provincia de Castellón y se llevaron al nieto.

Hacia un frío, de los de ver pingüinos, por todas partes. En la caseta de caza, solo tenían el amor de la fogata de leña y la compañía de los caballos.
El abuelo, se puso manos a la obra y luego de la jornada de caza, preparó una suculenta sopa de ajo, que resucitaba a un difunto, sencillamente impresionante. La receta es sencillísima, tal cual la hacían los pastores: un recipiente en el que se ponen un par de cucharadas de aceite, se sofríen unos ajos pelados, se les añade pan cortado a trocitos, pimentón colorado, sal y agua.
Después de haber dado buena cuenta de ella y entonado por lo tanto el cuerpo, el comentario de Asunción, fue: “Cuantos millonarios, de los que conocemos pagarían lo que se les pidiera por un plato de ésta sopa”.

De donde se desprende, que para las ocasiones puntuales a lo mejor las recetas mas sencillas son las mejores y las que mejor deleitan al gourmet más exigente. Menos el niño. Que evidentemente, si lo es hoy, en aquella ocasión los sentados a la mesa, de platos, recetas y banquetes, lo sabían todo y eran felices con las humildes sopas de ajo, inventadas por un pastor celtibérico, Dios sabe en que lugar.

Hagan la prueba, en un día de frío intenso e inmisericorde, prueben con unas humildes sopas de ajo, se sentirán otros.

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