Yo, no se usted donde vive., Nosotros estamos en el campo dentro de una urbanización en un campo de golf. Una casita modesta, con dos plantas y a unos trescientos metros de una playa que da al Océano Atlántico. Cuando abandonamos éste lugar, nos vamos a la ciudad en que nació mi mujer y que a unos 100 metros, nos caemos en el Mediterráneo. Amamos el mar, y en otras ocasiones que por motivos profesionales hemos tenido que morar lejos de él, le hemos echado mucho de menos. Dicen los psicólogos que las personas denotan el lugar en el que habitan y si cambian de lugar pueden llegar a tener problemas de carácter.
No se porque me enrollo con ésta problemática en torno al hábitat, cuando en realidad mi intención es contarles el porque “estoy como una moto” y “echando los dientes” contra el primero que se acerque.
Si usted vive en una gran capital o una ciudad, su problemática posiblemente no coincida con la mía, pero seguro que tiene otra. En días tan agrios como los que soportamos ahora en éste país, por ejemplo y lo se de buena tinta, por culpa de las calefacciones que evidentemente funcionan “a todo trapo”, hay poca presión de gas que repercute sobre los termos del agua caliente –me lo han contado hace una hora-, o va patinando por la calle a causa del hielo y acordándose del padre del primer edil municipal, porque no ha limpiado las calles y colocado sal.
Lo mío es mas ecológico, la tradicional y antiquísima chimenea, a la que le metemos la candela y ¡Alaaa, a disfrutar de calor!, pero claro, para ello hace falta leña y la leña te la trae el propio, es decir el leñero, al que uno previsor avisa con un par de días, después de haberse cerciorado en Internet que el día elegido para la maniobra, no llueve, no nieva y los hados son propicios.
Pues bien, con el combustible natural, también hay que tener presente la crisis, o lo que es lo mismo hay que pedir precio, a dos o tres proveedores, porque a pesar que todo el mundo se queja de lo mal que van los comercios, éstos benditos proveedores, si te descuidas “te la clavan” y no está “el horno para bollos”.
Mi Santa, tiene una compañera de trabajo que dispone de una vivienda semejante a la nuestra y que usa leña para su calefactor. El trabajador del campo (labrador, para no confundirnos) que se la ha llevado, le ha cobrado justo la mitad que el último que la trajo a casa. La cosa estaba clara, hay que aprovecharse del “chollo”, se avisa al ciudadano y se apalabra cantidad, día y hora, sin olvidar ratificar el precio.
El día pactado va transcurriendo y del “tío” de la leña, “ni flores”, el móvil no contesta, con lo que a medida que transcurre el tiempo usted comienza por sentirse incomodo y termina con un cabreo del 14 y al final, con pasmo termina acudiendo al remedio de las pastillas para el estomago y sin leña.
Total que para no pasar frío, nos hemos rascado el bolsillo, y avisado al profesional de cabecera. Para ciertos temas, mas vale recurrir a la senda vieja que a la nueva.
Para que se me vaya el disgusto, me voy a meter un gin tonic, entre pecho y espalda de los de categoría. ¿Usted gusta?.
Informalidad, tienes nombre de mujer fatal.
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